Análisis 'Desarrollo'
El ‘forasteret’ que no creó un sector pero sí la industria que sostiene al país
23 de junio de 2023Los inicios del turismo se remontan a hace más de 150 años con los primeros viajes organizados, pero el artífice de convertirlo en una industria como es la vacacional fue desde los años 60 un mallorquín de Porreras al que apodaban el ‘forasteret’ –‘extranjerito’–.
El dominio de idiomas de un joven rubio y delgado nacido en febrero de 1935 le permitió a sus 21 años fundar la que no solo sigue siendo hoy como la mayor cadena de resorts del mundo, sino la que forjó la estructura empresarial que actualmente sostiene al país.
Gabriel Escarrer Juliá, que a sus 88 años ha celebrado desde casa la sucesión de su hijo como presidente de Meliá, es reconocido de forma unánime como el creador de una cultura que ha sido la escuela para todas las demás de su gremio en España.
Fue el pionero con más innovaciones bajo su autoría del turismo vacacional, de igual modo que a Steve Jobs se le atribuye sin discusión la invención de los ‘smartphones’, o a Bill Gates la de los sistemas operativos informáticos.
Una de sus primeras creaciones supuso la de alumbrar el germen de lo que hoy representa el concepto de cadena hotelera en el negocio de playa, ante la idoneidad de coger volumen partiendo de un activo, para así, con las mayores hechuras integrando varios establecimientos, ganar poder de negociación.
En una época sin apenas formación, y menos aún turística, Escarrer Juliá, con sus aprendizajes foráneos, ejerció con su ejemplo como maestro para una generación de familias que siguieron sus estrategias en distintos ámbitos clave.
Uno de ellos fue el de modelo de empresa bajo unos inquebrantables principios éticos, cuyo legado se ha apreciado en la dignificación que caracteriza todavía hoy al grueso de estirpes del turismo vacacional, que se inspiraron en sus firmes valores.
Otra aportación incuestionable de Escarrer Juliá a la fortaleza que exhibe actualmente la industria es la de haber mostrado el camino al resto de sus colegas para lanzarse a la internacionalización, empezando previamente por la salida desde su isla hacia la Península y Canarias.
El contacto con las vanguardias de otros países permitió al presidente de Meliá enriquecerse con las más novedosas técnicas de otros nichos, y acercárselas así a otros emprendedores españoles (Escarrer: por qué es el único hotelero al que se le apoda como «emperador»).
Escarrer Juliá se mantuvo durante su trayectoria, con el hito del aterrizaje en Bali, como el listón de calidad al que querían aproximarse las demás cadenas vacacionales, al tratarse la excelencia del aspecto decisivo para sobrevivir y vencer a los competidores.
Elevar el nivel de todas las áreas y procesos de un negocio conlleva el sacrificio de la supervisión con la máxima exigencia, con los múltiples peajes desagradecidos que ello comporta, aunque detrás de eso no haya más que el anhelo del mayor bien común, que siempre quiso repartir entre un gran número de personas, como sus equipos, plantilla, socios o proveedores.
Un visionario, en definitiva, sin igual en el sector, con una enorme ambición, mentalidad de abundancia, y vocación de trabajo, que empujó al resto del sector a seguir su senda, y a abrirse a grandes operaciones, como con adquisiciones tanto de hoteles como de emisores.
Su historia lo es también la de un adelantado en materias como la sostenibilidad, en un momento en el que era impensable para el resto, en otra muestra –que siempre le caracterizó– de considerar a la suya no solo como una empresa, sino como una suerte de institución.
Una suerte de institución debido a su sentido de responsabilidad, que le hicieron concebir su proyecto como más allá de un mero negocio que persigue beneficios, sino que su liderazgo le obligaba a alargar su mirada y revertir en todo su entorno las ganancias del pujante sector.
Así se explica que mientras muchas otras cadenas, con los años, fueron vendiendo posiciones en España para concentrar sus nuevas inversiones en zonas mucho más rentables como las del Caribe, Escarrer Juliá y su familia siguieron dando prioridad a liderar en su país la renovación de los destinos más maduros.
Esta especie de lucro cesante sobresale como uno de los mayores reconocimientos que se le atribuyen al padre de una industria que, por su concepto del deber, dio prioridad a que España no perdiera el tren de la vanguardia mundial del gremio, puesto que su sustento dependía en gran parte de este sector económico que él orquestó.
No fue el que mayor fortuna hizo comparado con otros colegas de su gremio o de otro, pero sí ha sido el emprendedor más trascendente que en décadas –o en algo más– ha tenido Mallorca o España, en cuanto a su obra como padre de toda la industria que es la que hoy sostiene la economía del país.
Aunque el surgimiento de otras sagas en este tiempo hagan en apariencia diluir su empresa cuando se la compara por resultados o activos, su influencia en transformar las bases de la creación de riqueza de toda una nación no admite otro ejemplo igual que se le acerque en este aspecto.
Fruto de ello es que incluso los sindicatos vienen promoviendo desde hace años que, a un legado de tanto alcance, se le reconozca como mínimo con una calle en lugar donde se inició, y donde más se implicó, como es Calviá.
El impacto de todas sus aportaciones —valores, integraciones, calidad, internacionalización, compromiso, liderazgo, ambición, generosidad…— es probable que se valoren con la perspectiva del tiempo, aunque los representantes laborales lleven años de defensa para que el protagonista pueda presenciar que su nombre designa a un bulevar en el destino que será parte de la historia empresarial española como germen de toda una industria.
También todos los grandes líderes de las principales dinastías hoteleras han reconocido y han urgido a que este tributo es una obligación de una sociedad agradecida hacia quien de tantas maneras ha contribuido a generar prosperidad, y además en el sector que más la redistribuye, como ahora se persigue en otras potencias con el ejemplo más claro de Arabia Saudí.
España ha alumbrado en las pasadas décadas a enormes emprendedores en el textil –Amancio Ortega–, en la distribución –Juan Roig–, la banca –Emilio Botín– o las constructoras –Florentino Pérez–, pero ninguno ejerció más allá de su empresa como patriarca de una generación dorada de dinastías de la industria que hace de tractor de toda la economía nacional.